FIESTA DE LA SANTA CRUZ EN VILLALDAMA
Por Guillermo Flores García.
El mes de mayo es un mes festivo: el día 1º celebramos el Día del Trabajo; el día 10 es Día de las Madres; el 15 es Día del Maestro; el 18 es la festividad de la Virgen de Fátima en Lisboa, Portugal; el 31 es la celebración de la Virgen del Roble, Patrona de Monterrey.
Prácticamente es el mes de María Madre de Jesús, sin embargo, entre todas estas celebraciones siempre está presente el 3 de Mayo Fiesta de la Santa Cruz, la celebración religiosa más popular de Villaldama.
La historia nos refiere como posible fecha de inicio en 1887, así lo informa Pedro Nabor González, historiador villaldamense,, cito textualmente sus palabras tomadas de una nota periodística del 15 de Mayo de 1887, que dice:
La Santa Cruz.- En la ermita de Villaldama se celebró con mucha pompa la fiesta de la Santa Cruz por los mineros de la localidad, hubo fuegos artificiales, bailes públicos y en fin, el regocijo fue completo y todavía hay ilusos que creen que el catolicismo se va. Desde entonces es la Santa Cruz causa y razón que nos reúne año tras año ininterrumpidamente. En Villaldama es el 3 de Mayo un espacio de acercamiento entre las familias, amigos de infancia y conocidos, no importa el tiempo ni la edad. Pueden pasar los años (sin vernos) ya sabemos con seguridad que nos encontrarnos en esta fecha de fiesta y celebración.
EL NOVENARIO.- El novenario es la preparación para la fiesta. Se celebra misa todos los días por diferentes intenciones, sobre todo se recuerdan a los familiares o amigos ausentes ya de esta vida, pero viviendo intensamente la eternidad, camino ineludible de todo mortal. Se agradecen también favores recibidos, incluso la Santa Cruz es adornada con diferentes testimonios por beneficios reconocidos.
Es interesante observar la unidad de intenciones en el novenario, en las misas, en los rosarios, y en las diversas actividades, todas en preparación de la celebración especial, a la que en ocasiones, suele asistir el Señor Obispo, cabeza y Pastor de la Diócesis, centro integrador de las comunidades.
SIGNIFICADO CRISTIANO DE LA CRUZ.- La fiesta de la Santa Cruz en Villaldama es una celebración popular que tiene un sentido profundamente religioso. La Cruz es venerada respetuosamente. Nos dice el himno del Viernes Santo: Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido, ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor. Es la Cruz donde entrega su vida el siervo sufriente, despreciado y rechazado por los hombres. En ella encontramos la fuerza de un pueblo reunido, también presente en la mente y en el corazón de toda la Iglesia representada en esta pequeña y grande comunidad que vive y celebra intensamente el lugar material, objeto y sujeto, de la muerte del Hijo de Dios.
De todo esto se deriva una explicación consecuente, por lo tanto, debo ahondar en la razón de la fiesta de la Santa Cruz, reconociendo el origen fundamental de esta celebración desde una óptica no sólo celebrativa, sino ante todo vivencial.
La cruz es una señal universal. Ordinariamente le encontramos una semántica de negación, de dolor y de sufrimiento. Pero la cruz aporta una significación primordial para los sufrientes, los oprimidos y los fatalmente marginados. Para ellos, el mensaje de la crucifixión consiste en que Jesús nos enseña a sufrir y a morir de una forma diferente, no a la manera del abatido sino en la fidelidad a una causa llena de esperanza. El que no carga con su Cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo (Lc 14:27). No basta cargar la cruz; la novedad cristiana es cargarla como Cristo. Cargar la Cruz no es una aceptación estoica, sino la actitud del que lleva hasta el extremo el compromiso. Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los amigos (Jn 15:14). Jesús habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo (Jn 13,1-15).
Esta debe de ser la nueva manera de llevar la cruz que Cristo nos enseña con su muerte: transformarla en un signo y fuente de amor y entrega, con miras a una liberación siempre incompleta, pero asegurada por la promesa. La plena novedad del trágico destino histórico de Jesús es la promesa que encierra, promesa que encuentra toda su intensidad en su Resurrección y exaltación junto al Padre. Porque si la cruz es la frustración aparente de una promesa, la suprema abyección de Jesús y el fracaso de su misión es paradójicamente, al mismo tiempo, el momento de arranque de su triunfo. Los oprimidos y sufrientes de todas las categorías humanas y sociales buscarán proyectar en el crucificado su propia frustración. La cruz sería el fracaso de la causa de los justos, de los oprimidos y de los que luchan por la justicia: el fracaso de las bienaventuranzas. La cruz de Jesús es la de los abandonados; parece que los pequeños y débiles no pueden triunfar.
En la cruz de Cristo, Dios Padre asume y reconcilia a los que sufren el abandono y la desesperación como forma suprema de la impotencia y de la opresión. Les concede el don de sufrir no como vencidos sino como actores comprometidos con una causa que es la misma causa de Cristo. La identificación de los oprimidos con la cruz no es su identificación con el abatimiento de Cristo, sino con su energía resucitante que les llama a una tarea. No se trata de superar la cruz, sino de hacer de la misma cruz energía para llevar acabo las tareas que impone la liberación propia y la de los demás.
Si el mensaje de la cruz es que podemos sufrir y aun morir de una manera nueva, es a causa de esta esperanza que nos comunica, pues hemos sido llevados a la crucifixión; tenemos en el Dios crucificado, la promesa cierta de que la energía de la Resurrección no dejará definitivamente frustrada la tarea de los que sufren y mueren a causa de la justicia. Por lo tanto aún cuando veneramos, adoramos y creemos en esta cruz de antes y de ahora, nuestra fe primordialmente está puesta en el Resucitado. Porque es su luz victoriosa sobre la muerte la que ilumina intensamente a este mundo globalizante y globalizador.
Mis deseos para este y próximos 3 de Mayo, “Fiesta de la Santa Cruz”; son los de identificarnos más con esta cruz que Cristo nos ofrece, pues es el camino seguro de un encuentro definitivo con su Resurrección.