LA HISTORIA DE UN BASTÓN
Por Dante De la O Uresti
“La Historia de un Bastón” es el título de un artículo escrito por el señor Salomé Botello, quien fuera alcalde de Villaldama a principios del siglo pasado y en el que narraba la forma como llegó a sus manos un fino bastón.
La historia fue publicada en un periódico cuyo nombre no evoca, lamentablemente, mi mala memoria, pero que mi padre me mostró en alguna ocasión, pues lo conservó durante muchos años con especial afecto e interés.
El autor de este artículo comentaba que durante su gestión como alcalde de Villaldama, allá por el año de 1905, llegó hasta su oficina un enviado de la Compañía Wells Fargo, de Texas, con una carta del Presidente de dicha empresa, en la que solicitaba la ayuda de las autoridades locales para la búsqueda y captura de un maleante, empleado de la propia Compañía de transporte, que había asaltado una diligencia apoderándose de una gran cantidad de oro, en una de las rutas que cubría la Wells Fargo en ese estado americano, y que se presumía que dicho maleante había huido hacia México y se le ubicaba en esta región.
El señor Botello recomendó al empleado de la Wells Fargo recurrir también a las autoridades de Bustamante por tener conocimiento de que en ese municipio existía una construcción que se le conocía como “La Casa Blanca”, ubicada al norte de la cabecera municipal, y que con anterioridad había servido como refugio a malhechores.
Las sospechas de la huída del bandido hacia tierras nuevoleonesas fue confirmada por un experto en huellas humanas y de animales que la Wells Fargo comisionó para apoyar a su primer enviado. El investigador encontró muerta la yegua que el ladrón utilizó para realizar su asalto y escapatoria, en un lugar cercano al poblado “La Gloria” que se ubica a un lado de la carretera Monterrey-Nuevo Laredo, adelante del Río Salado.
Tras perder las huellas del animal, el enviado de la Compañía continuó con la pista de las huellas del bandido, penetrando en la jurisdicción del municipio de Candela, Coahuila, rodeando por el lado poniente de la Sierra de Gomas, hasta perderlas a la entrada del Cañón de Bustamante.
Decía el artículo, que con cierta desesperanza el perseguidor de aquel bandido se unió a su colega investigador que con anterioridad había llegado a Villaldama, logrando averiguar entre vecinos de Bustamante que precisamente en la llamada “Casa Blanca” se escondía una persona con la apariencia de extranjero.
Apoyados por elementos de las policías municipales de Villaldama y Bustamante, rodearon el lugar y allí lo capturaron; sólo que el infiel empleado no tenía el oro consigo y resistiéndose hasta lo último a revelar el lugar donde había escondido su botín.
El asaltante fue llevado a Texas y al emprender su partida dijo: “algún día volveré a este pueblo”. De esta sentencia se deducía que el oro robado debería estar oculto en algún lugar cercano a la “Casa Blanca”.
No pocos buscadores de tesoros han intentado encontrarlo, hasta ahora, sin éxito.
Lograda la captura del asaltante, la Compañía Wells Fargo, en agrade-cimiento a la colaboración prestada por las autoridades de Villaldama, regaló al señor Salomé Botello un fino bastón con las siglas de la Compañía, mientras que las autoridades de Bustamante les regaló dos bellísimos relojes de pared, uno de los cuales alcancé a ver en la escuela primaria “Ignacio Santos”. El otro, me contaba mi padre, fue colocado en la Presidencia Municipal de Bustamante, de donde luego desapareció, posiblemente cuando el Palacio Municipal se derrumbó, o tal vez, en lugar de haberlo vuelto a colocar en alguna pared, pasó a la casa de algún funcionario municipal ¡Vaya usted a saber!
El que esto escribe, indagó por algún tiempo el lugar donde podrían estar: el bastón, los relojes y el tesoro de la Wells Fargo, pero sin éxito.
En algún lugar deben estar ¿Dios quiera y los encuentre!