LA BOTICA “MIREYA”
Entrevista a Mireya Guerrero por Ismael Vidales
La botica “Mireya” se fundó en 1962. Sus propietarios son Oscar Gutiérrez y Mireya Guerrero, un matrimonio ejemplar, que llevan a Villaldama metido en sus venas, viven conforme a los valores cristianos y familiares heredados de sus padres y en ese contexto han formado a su familia. Ambos, son mis amigos, y los quiero y los respeto entrañablemente. ¡Dios los guarde!
Cuando fundaron la botica, Villaldama se comunicaba con Monterrey solamente por el ferrocarril “La Marrana” que transportando carga y pasajeros hacía el recorrido entre la capital y Nuevo Laredo, Tamps., diariamente, pasando rumbo al Norte en la mañana y regresando por la tarde. El paso del tren era todo un acontecimiento, los pasajeros sentados en la sala de espera y boleto en mano, terminaban de despedirse de sus familiares, mientras los carros de don Raymundo, don Juanito Dávila, Miguelito Valle y Gabriel Solís esperaban ansiosos a los clientes para trasladarlos a sus domicilios.
Hacia Bustamante y Sabinas la comunicación era por camino de terrecería, así que era sumamente difícil conseguir los medicamentos, y en ese sentido, la Botica jugaba un papel por demás importante, no sólo en la distribución de la medicina, sino también por el sentido social y humano, de proveer, venciendo fuertes obstáculos.
Había un personaje, que muchos deben recordar en el pueblo, el Dr. Oscar Sepúlveda, Director del Centro de Salud en esa época, y primo de Oscar Gutiérrez. Bien, pues fue él quien convenció a Mireya de que abriera la Botica acondicionando la entrada de su domicilio, en la calle de Matamoros. “No batalló mucho, -dice Mireya, pues mi padre, Don Gustavo Guerrero, comerciante por vocación, me heredó este don, este amor y esta intuición, que se fortaleció con el apoyo de mi esposo Oscar y con el de mis hijas, y … así nació la Botica”, nos dice, con esa sonrisa espontánea que lleva siempre en el rostro jovial que adorna un par de ojos, apenas abiertos, pero brillantes y vivaces.
Continúa Mireya platicando, y con entusiasmo relata “Al empezar, usé de exhibidor una vitrina de mi comedor, no sabía que medicamentos pedir, anotaba lo que le gente venía a buscar … después todo fue fácil.”
El Dr. Oscar le enseñó a preparar el yodo negro, el yodo blanco, algunos compuestos o soluciones para bajar la temperatura, para curar la diarrea … el alcohol entonces se medía en probeta, la gente traía su envase y se vendía de un peso en adelante, poco tiempo después, empezó a llegar envasado y el problema terminó.
-¿Tienes algunas experiencias o satisfacciones especiales en la Botica?, le preguntamos.
-Claro, recuerdo una ocasión en que llegó una señora para pedirme que le curara a su niña. Le dije: ¿Ya la vieron los doctores? ¿Ya la llevó a Sabinas o a Monterrey?. La señora me contestó: Mire doña Mireya, estoy segura que con lo que usted me le de, mi hija se va a aliviar. A los pocos días, regresó con la niña sana. Le agradecí su confianza, pero reflexioné sobre la responsabilidad de recetar, sin embargo, la gente confía mucho en los boticarios y uno llega a conocer algo de ciertas enfermedades y el medicamento apropiado.
Otro caso, es el de una persona que llevó a su hijo con un especialista a Sabinas, porque aquí no lo podían curar. Regresó, me enseñó la receta, le comenté: con este medicamento no se va a aliviar, le apuesto lo que quiera. En ese tiempo estaba de moda el Kaopectate, muy bueno, pero se había infección, no funcionaba. Volvió y me dijo, no se equivocó, faltaba lo que usted decía.
Actualmente, casi todos los que llegan con receta, me preguntan si lo que les recetó el doctor es la medicina apropiada, para surtirla o mejor comprar otra cosa, yo se los agradezco.
¿Alguien de quien tengas un recuerdo especial?, preguntamos
-Del doctor Oscar Sepúlveda y del doctor Felipe Guerra, ambos ya fallecidos, magníficas personas, siempre me orientaron, me explicaban para que servía cada medicamento, tenían muy bonito carácter, muy acertados en sus diagnósticos, serviciales con la gente, me contagiaron de su ánimo y me compartieron su sabiduría, eternamente les estaré agradecida.
Las farmacias son un negocio difícil, muy difícil, aquí y en todas partes, por eso en las grandes y en pequeñas, para poder subsistir se expenden dulces, juguetes y cuanto vemos que agrada a la gente, quizá por eso sigue vigente la vieja frase popular de “Hay de todo, como en botica”. La Botica Mireya no es la excepción, pues la mayoría de las personas gozan de la protección que da el Seguro Social, el ISSSTE o las clínicas como las de los maestros y esto hace que los medicamentos sean cada vez más difíciles de vender.
Nosotros abrimos desde las ocho de la mañana y cerramos hasta las once de la noche, ya no damos servicio las 24 horas, pero mucho tiempo si atendíamos a quienes llamaban a nuestra puerta en la madrugada. Por fortuna ya hay hospital para este tipo de emergencias.
-Mireya se despide, con la convicción de que a pesar de los pesares, servir a la gente, es la mejor forma de vivir, por ello, concluye:
“Doy gracias a Dios, porque a pesar de que los años no pasan en balde, aún me siento con energía para seguir atendiendo a las personas que nos necesitan en este mi querido Villaldama, … y así seguiré mientras tenga fuerzas y Dios me lo permita.”