LA BOTICA DE DON “PEPE”
Por Gloria Martha Guerrero
Nota de Ismael Vidales .- Cuando yo iniciaba la adolescencia, como consecuencia de la desnutrición y el hambre, sufrí largos meses de agonía y alucinaciones visuales y auditivas, al grado de que mi madre temía por mi vida, en más de una ocasión la escuché implorarle a la Virgen de Guadalupe: “Virgencita si me lo vas a dejar loquito, mejor recógelo.”
Cargándome como pudo, mi madre me llevó con don “Pepe” Guerrero, pues vivíamos a media cuadra de su Botica , Don “Pepe” era un hombre gentil, bondadoso y atinado, y para pronto que me revisa. Don Pepe, preparó unos polvos y unas cucharadas, que le regaló a mi madre, diciéndole:” Doña Chita, déle esto al muchachito ahorita mismo, lo que tiene es hambre, y llévese un pollo del corral, porque para el medio día lo va a necesitar”.
Medicina y pollito fueron un regalo. A los dos o tres días, podía caminar, desparecieron las alucinaciones y aquí sigo, ahora comiendo con manteca y desde luego, pidiendo siempre a Dios que bendiga a Don Pepe y lo tenga en su Gloria.
Su hija, “La Chacha” Guerrero, (autora de esta historia) fue mi maestra de inglés en la secundaria. Recuerdo que una vez, algo hice o dije que merecía un castigo, y la “Señorita Chacha” me dijo: “ May, creo que te has ganado unas “galletas”. Como no me dio las mentadas galletas y yo vivía con hambre, por la noche me presenté a la Botica y con mucho temor, le dije: Señorita “Chacha” vengo por las galletas. Ella soltó una carcajada, me acarició la cabeza y efectivamente fue a la cocina y me trajo una bolsita con galletas jarochas. ¡Ignorante de mí, no sabía que lo que me había ofrecido la maestra en la escuela eran unas cachetadas”.
Así eran las cosas en Villaldama, ¿cómo no querer y bendecir a tan finas y bondadosas personas?
La Botica de Villaldama debe de haberse fundado entre los años de 1914 y 1918, cuando el auge minero y de la Hacienda de Guadalupe. La primera botica fue establecida en una casa de la calle del “5 de Mayo” en donde estuvo el taller mecánico de don José Alcalá Rodríguez y actualmente la CONA-SUPO. Allí la ubicó don Tomás Caballero a la postre cuñado de don Pepe Guerrero, quien establecería su botica propia en la esquina que forman las calles de Matamoros y Allende.
El iniciador y primer propietario, como dijimos antes, fue el señor Tomás A. Caballero, originario de la Villa de Santiago, quien casó con María de Jesús Guerrero, hermana de don José María Guerrero. El señor Caballero entrenó a José María en el manejo de los instrumentos y sustancias propias de la botica, así como en la interpretación y preparación de fórmulas que recetaban los médicos.
Cuando José María contrajo nupcias con Altagracia Ortegón en 1920, la botica ya era de su propiedad y el señor Caballero vivía en Monterrey.
Los espacios donde se preparaban las recetas se llamaban “fanales”; y había dos básculas de precisión cuyas pesas, hasta de una décima de gramo, se manejaban con unas pinzas especiales.
Se usaban morteros, espátulas y probetas graduadas para medir los líquidos desde un litro hasta 1.5 c.c.
Saliendo de la botica al patio había un alambique para destilar el agua, la que se almacenaba en botellones grandes de vidrio llamados “damajuanas”; estaban forrados de fibras tejidas para protegerlos.
Lo más usual para curar cualquier enfermedad eran las fórmulas que era necesario preparar, ya en cucharadas, en cápsulas o en papeletas, porque las medicinas de patente no eran indicadas en todos los casos. Las más usuales en ese tiempo eran: el Baby Percy y la Castoria para los bebés, los tónicos Hemostil en jarabe y en vino, el Aceite de Hígado de Bacalao, la Emulsión de Scott, el Volcánico para las reumas, las píldoras Alófenas y de Ross para el estreñimiento, y el Entero-Vioformo para la diarrea.
Recuerdo a doña Carmelita, que una vez llegó a la Botica diciendo: “Compadre, vengo pa´que me dé una medecina que sea buena pa´gargajear.”
También recuerdo a “Toño” Alvarado que dijo: “Oye, primo, a ver qué me das porque amanecí malo de deposición con estreñimiento.”
Y a otra persona, cuyo nombre no recuerdo, pero llegó diciendo: “Oiga, don Pepito, déme algo para esta muchacha que tiene hambre en el estómago, pero en la boca no.”
Tenía fama el “Agua de Rosas” cuya fórmula era exclusiva de la Botica, y que dizque servía para conservar un bonito cutis.
Al morir José María, en 1957, doña Altagracia quedó al frente de la Botica hasta 1961, año en que ella también falleció.